Miguel Cane
Cuando hace casi cincuenta años el escritor francés Pierre Boulle – célebre por El puente sobre el Río Kwai y su versión cinematográfica – publicó la novela El Planeta de los Simios, no imaginaba la repercusión que iba a tener. La novela trata acerca de una pareja que, durante un viaje de placer por el universo, encuentra una botella flotando en el espacio que contiene un mensaje: El escrito refiere la historia del astronauta que viaja a un planeta lejano donde encuentra a humanos salvajes y a simios civilizados, que hablan y visten igual que las personas de la Tierra en el siglo XX. Es capturado y enviado a instalaciones científicas donde es adoptado por una chimpancé llamada Zira quien, junto con su esposo Cornelius, le enseña el lenguaje de los simios y, tras pronunciar un discurso ante el Presidente de los Simios, le conceden la libertad. Sin embargo, el conservador grupo de los orangutanes, entre ellos, el doctor Zaius, desconfía de él y esto pone en marcha una pesadilla. Boulle pudo haber dudado respecto al atractivo que la historia podía tener para el cine, mas no así no Arthur P. Jacobs, un productor de Hollywood que compró los derechos e intentó vender el proyecto. Pero ningún estudio quería; esto era antes del fenómeno Star Wars, la ciencia-ficción no era considerado un género particularmente comercial. Sin embargo, tras conseguir el apoyo de Charlton Heston —entonces una de las estrellas de cine más famosas del mundo— la cinta encontró finalmente refugio en 20th Century Fox en 1967, bajo la protección de Richard D. Zanuck.
La película, rodada con un modesto presupuesto de 5,8 millones de dólares, logró una recaudación de 32,5 millones de dólares tras su estreno el 8 de febrero de 1968, así como unas impresionantes críticas. Dirigida por Franklin J. Schaffner y con guión del enorme Rod Serling, creador de Dimensión Desconocida, presentaba a George Taylor (Heston), un astronauta que, junto a sus dos compañeros supervivientes, llega a un mundo desconocido en 3978. Tiene un traumático encuentro con los mudos y salvajes humanos y los avanzados simios, establece una relación con una humana primitiva llamada Nova (Linda Harrison), se hace amigo de Zira (Kim Hunter) y Cornelius (Roddy McDowall), y provoca la ira del doctor Zaius (Maurice Evans). Al final, se introduce a caballo en la “Zona Prohibida” para descubrir, en uno de los finales más icónicos del cine; que este mundo “de locos” es realmente nuestro planeta en 2 mil años (los gritos de Heston son justificadamente memorables).
Las modificaciones con respecto al libro fueron un mérito de la propia película, y de hecho contribuyeron a mantener su vigencia a lo largo del tiempo; de todas las películas de la saga original es la que mejor resiste un nuevo análisis bajo criterios actuales. Mención especial merecen las increíbles prótesis y trabajo de maquillaje realizado por John Chambers. Las técnicas, indudablemente, han avanzado mucho desde que hizo su trabajo. Si lo comparamos con el maquillaje realizado por Rick Baker para el horrible remake dirigido por Tim Burton en 2001, son casi primitivas, sin embargo, no se requiere ningún esfuerzo para aceptar ese mundo y esos personajes simplemente como algo real.
Esto podría explicar la potente demanda de la película en las salas comerciales, pero no es suficiente para justificar la forma en que se conectó tan profundamente con el público, para crear la saga que apareció en los años siguientes. La primera secuela realizada por Ted Post Regreso al planeta de los simios, fue un éxito comercial (recaudando 19 millones de dólares en las taquillas de Estados Unidos en 1970), pero no fue ni de lejos tan apreciada por los críticos, con mucha razón (es horrorosa). Aún así, gustó al público, y meses después empezó el rodaje de la tercera cinta de la saga. Desde una perspectiva actual, esta sin lugar a dudas una franquicia extraña. Resultaba atractiva para los niños, pero también podía ser tenebrosa y violenta. La tercera cinta, Huida del planeta de los simios, de 1971, transporta a Zira y Cornelius hasta lo que era la época actual, revirtiendo de este modo la dinámica simio/humano e incorporando elementos no utilizados de la novela de Boulle (aunque invertidos). Por primera vez, los simios son héroes y los humanos villanos, pues estos, tras convertir en celebridades a los dos chimpancés parlantes, se vuelven en su contra cuando descubren que Zira está embarazada, sabiendo también de antemano que los descendientes de los chimpancés llegarán a dominar al hombre y, en su opinión, destruirán la Tierra. Al principio, el tono del filme es ligero, pero luego se vuelve más oscuro cuando son brutalmente asesinados y por primera vez se ofrecía al público un final abierto: se descubre que el hijo de Zira y Cornelius, Milo, fue cambiado secretamente por un chimpancé normal, y sobrevive al cuidado del propietario de un circo, Armando (el actor mexicano Ricardo Montalbán). Tras este punto de inflexión, Milo, que se autoadjudica el nuevo nombre de César, se convierte en el principal personaje. Su aventura es La rebelión del planeta de los simios, dirigida por J. Lee Thompson, la película es la más fuerte de las entregas de la saga ya que, en un futuro supuestamente fascista, los simios desarrollados son tratados como esclavos hasta que César encabeza una sangrienta revolución contra sus opresores humanos. La última entrega de la saga, La batalla por el planeta de los simios, de nuevo dirigida por Thompson resuelve las tramas y termina la saga con una nota de esperanza y reconciliación.
Ha tenido que pasar una década para olvidar el fracaso que representó la horrenda cinta de Burton – cuyo guión era atroz – para que los simios regresen a la pantalla con un concepto parcialmente nuevo, que pretende ser tanto un relanzamiento de la saga como una precuela de la película original. Ahora, en el germen del imperio de los simios no se descubre a través del viaje en el tiempo de Cornelius y Zira, es resultado de la experimentación científica ya que los simios son sujetos de ensayo para la cura de la enfermedad de Alzheimer. César regresa para conducir la revolución, si bien es cierto que con una nueva concepción del personaje, y ahora interpretado por Andy Serkis. Las técnicas de esta película implican el trabajo de la compañía de efectos visuales Weta Digital y el mismo tipo de sistema de captura de movimientos que esta empresa utilizó para Avatar, aunque esta vez en un entorno de actuación en directo. César y sus compañeros simios están creados digitalmente, son imágenes fotorrealistas de simios, representados únicamente en el principio de su acelerada evolución. Vivimos una época de mayores incertidumbres que cuando la película de Tim Burton fue producida y estrenada. Y el nuevo filme parece estar repleto de potenciales referentes políticos y éticos.
El director es Rupert Wyatt, y tiene una interesante visión sobre la popularidad de la saga, según la cual, su interés estaría a una escala más profunda. “Temáticamente El planeta de los simios era muy interesante y ambiciosa”, afirma, “contenía un conjunto de referencias sociales en niveles distintos. Pero lo que yo creo que realmente la ha convertido en un fenómeno tan grande y ha fascinado tanto al público es la idea general de que un primate es como nosotros, pero no es nosotros. No sé si es algo que en el fondo a todos, desde tiempos primitivos, en cierto modo nos desconcierta, pero cuando escuchamos hablar a un simio no es como cuando escuchamos a un tiburón, es una reacción totalmente distinta, y yo creo que ese es el motivo de que le fascine a la gente”.
Lo evidente es, que no importa cuánto tiempo pase, los simios seguirán fascinando al público de modo perenne y el éxito de taquilla que ha tenido, lo refrenda.
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